Historia de Lleida
(Història de Lleida)

Resumen de la historia de Lérida

 
  
 

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Información, textos y gráficos extraídos de nuestra "GUÍA Comercial Turística de Lérida y Provincia, 1973"

 

  
"Sin pretender abordar siquiera la historia de nuestra Provincia -que ha sido sintetizada por dos magníficos especialistas: el Cronista Oficial de la Ciudad de Lérida, don José Lladonosa y la Archivera Municipal, doña Concepción Pérez-, vamos a tratar a grandes rasgos de ofrecer una visión global de las características que ofrece Lérida y sus tan dilatados como diversos territorios provinciales"... (Ernesto Corbella Albiñana, 1973)
  

Tablas cronológicas de la
Historia de Lérida

Por José Tarragó Pleyán

Lérida y sus tierras

Por D. JOSÉ LLADONOSA PUJOL

Indibil y Mandonio
Su simbolismo

  

Miniatura del libro de "los Usatges y   Constitucions de Catalunya en la forma antiga ans de compillar aquelles". Libro redactado en el siglo XIV es notable por las miniaturas que contiene, representando diversas escenas de actos celebrados y también por la delicada factura de las mismas.
Se conserva en el Archivo de la Pahería de esta Ciudad.

  
Resumen
de la
Historia de Lérida

Por

D.ª  Concepción Pérez de Puertas

Archivera de la Pahería
  
La noticia histórica más antigua de Lérida, junto con las primeras referencias de los pueblos primitivos de España, la encontramos en la «Ora Marítima. Fontes Hispaniae Antiquae», de Rufo Avieno.

Su nombre primitivo fue la voz ibérica «Iltirta», que los romanos transformaron en Ilerda, por ser Lérida el núcleo de población principal de la famosa tribu de los ilergetes. Importancia debida a que era un nudo de comunicaciones y un centro fluvial de primer orden.

Su historia es en este período primitivo, muy obscura; se sabe estaba habitada por los ilergetes, que al igual que los demás pueblos íberos, vivían independientes unos de otros y sólo respondían a las órdenes de un caudillo, el cual, ayudado de un consejo de guerreros notables, se erigía en jefe de la tribu con la máxima autoridad; de esta manera, surgen Indíbil y Mandonio o caudillos de los ilergetes y los ilercavones, respectivamente.

Cuando Aníbal invade la Península en su lucha contra Roma, trata astutamente de atraer a su bando a estos dos caudillos, lográndolo y haciendo de ellos unos fieles aliados; hasta que, cansados de las continuas exigencias que en hombres y tributos les hacía Cartago, pactan con Roma. No fue esta unión, ni mucho menos, lo leal que había sido con los cartagineses; los romanos, al igual que sus enemigos, constantemente exigen nuevos tributos y hombres, dando origen a numerosas sublevaciones que no tendrán fin hasta alrededor del año 205 antes de Cristo, con el levantamiento y derrota de los habitantes de la Iberia Citerior, muriendo en la lucha Indíbil. Las condiciones de rendición de los restantes caudillos fueron muy duras, Mandonio junto con los demás jefes, fueron ajusticiados, quedando así definitivamente unida a Roma, excepto en el período de Sertorio.

A partir de este momento, «Iltirta» se transforma en el municipio de Ilerda, gozando de todos los privilegios que les concedía el derecho latino. Es ya una ciudad completamente diferente de la primitiva, perdiendo su gran belicosidad y convirtiéndose en un municipio próspero bajo la dependencia del convento jurídico de Cesaraugusta dentro de la provincia tarraconense.

Lérida adquirió fama en las guerras civiles de los romanos, entre Pompeyo y César, cuando Afranio y Petreyo la escogieron para hacer la guerra a César, el cual los derrotó aquí en un alarde extraordinario de estrategia militar, rindiéndose el ejército de Afranio el 2 de agosto del año 49 antes de Cristo.

Cuando empezaron las primeras incursiones de los pueblos germánicos por la Tarraconense, Lérida seguiría las mismas vicisitudes de los demás pueblos, sin que Roma pudiera hacer nada para evitarlo. Tras numerosas luchas y épocas de paz, quedará incorporada al imperio visigótico en el reinado de Eurico, viviendo casi dos siglos de dominación goda con relativa tranquilidad. Las noticias que tenemos de esta época son muy escasas, nada de monumentos artísticos, organización municipal, etc., etc., sólo la certeza que fue sede episcopal, la lista incompleta de sus prelados y las actas de un Concilio Principal celebrado el 8 de agosto del año 546, presidido por el Metropolitano de Tarragona.

La diócesis de Lérida en la época visigótica no era más que la permanencia jurídica y territorial de la antigua Ilerda frente a los invasores, hecho éste que se repetirá durante la dominación musulmana, favorecida por la constante rebeldía de los reyes moros frente al Califato.

La conquista de Lérida por éstos, puede situarse hacia el 714. A partir de este momento, como muchas veces a través de su historia se convierte en un baluarte contra las incursiones de los cristianos por la parte de Aragón y los francos por la «Marca Hispánica», siendo la más importante la de Ludovico Pio en el año 800, envuelta en una serie de leyendas, entre las que figura la entrega de las cuatro flores de lis para su escudo.

Dejando a un lado las leyendas, lo que sí es cierto es que, como en otras épocas, fue un centro importantísimo en todos los aspectos, importancia que irá decayendo conforme el poder musulmán se debilita. Después de las victoriosas empresas de Alfonso el Batallador, las del Conde de Barcelona y las del Conde de Urgel, Lérida queda reducida a su propio término o sea la ciudad con algunos pueblos, como por ejemplo, Sidamunt, Almenar, Termens, Juneda, Miralcamp, etc., siendo una cuña musulmana en medio de reinos cristianos, cayendo rápidamente en poder de éstos, cuando por la unión del conde de Barcelona Ramón Berenguer IV y Armengol VI de Urgel, junto con otros caballeros cristanos, la ocuparon el 24 de octubre de 1149.

Una vez posesionados firmemente, otorgan la «Carta Puebla» para la repoblación rápida del territorio recién conquistado, pudiendo ser considerada esta «Carta» como la piedra angular en que se apoyaría la Ciudad que debía resurgir de la reconquista y. constituye el primero y más importante documento sobre el que se cimentó la próspera ciudad medieval, cuya organización llegaría hasta el siglo XVIII.

En ella los condes de Barcelona y Urgel, dan y conceden a los pobladores y habitantes presentes y futuros toda la Ciudad con todos sus términos y pertenencias, que sean «libres, francos e inmunes» con todos sus bienes y posesiones, sin otra reserva que la natural fidelidad a sus señores y la administración de justicia, para la cual da normas que garantizan la seguridad personal y colectiva.
 


Ramón Berenguer IV la distinguió sobre otros territorios conquistados tomando de ella el título de Marqués y además aquí contrae matrimonio con doña Petronila, hija del rey de Aragón, Ramiro el Monje. A partir de ahora los monarcas van concediendo prerrogativas: así Alfonso II, ya con el título de Rey de Aragón y Cataluña, da nuevas franquicias sobre el libre tránsito por las calles, plazas, puente, etc. (fórmula ésta muy usada en la Edad Media por el régimen feudal).

PedroII crea el Consulado; origen de la Pahería como institución municipal (el nombre de paher, estos cónsules no lo tomarán hasta el reinado de Jaime I), que durará hasta el siglo XVIII, con la subida al trono de Felipe V.

Con los sucesores de Pedro Il aumenta la riqueza y prosperidad de nuestra Ciudad.

Durante el reinado de Jaime I era una población rica e influyente que intervino de manera notable en los actos importantes de su reinado: conquista de Mallorca, Ibiza y Valencia, ayudados también en esta prosperidad y libertad por la decadencia del feudalismo y aumento del poder real.

Jaime II funda el Estudio General en el año 1300, único durante muchos años en la Corona de Aragón. Pero cuando alcanza mayor esplendor político es en el reinado de Pedro IV el Ceremonioso, ya que, al haber tenido una larga época de paz (aproximadamente dos siglos), logra formar un sólido bloque en todos los aspectos; un grupo intelectual fuerte, una burguesía rica que regía la Ciudad, una clase mercantil próspera y una menestralía trabajadora ayudada por un monarca dadivoso de privilegios por las circunstancias que atravesó su reinado. Concede Ordinaciones a la Universidad
sobre el monopolio de la enseñanza de las leyes, de cánones, de medicina, etc. (1346). Establece nuevas normas para la elección de paheres, consejeros, etcétera. (1386), reglamentando todo el régimen de gobierno de la Pahería.

Hasta el reinado de Alfonso V el Magnánimo, Lérida continúa su marcha progresiva, aunque no con el ritmo de la anterior centuria, ya que había atravesado un período algo movido como consecuencia de las aspiraciones del conde de Urgel al trono de Aragón y Cataluña, vacante a la muerte sin sucesión de Martín el Humano, que resolvió el Compromiso de Caspe.

Las banderías por un lado, junto con las epidemias que a partir de la terrible peste de 1348 aparecen demasiado a menudo, repercuten, como es natural, en el desarrollo político y económico de la ciudad y aumentaron con las turbulencias habidas en el reinado de Juan II con el conflicto del príncipe de Viana, y que tuvieron unas consecuencias fatales para nuestra Ciudad, ya que, al oponerse a dicho monarca, fue sitiada Lérida en 1464, rindiéndose el 6 de julio al dejarla abandonada a su suerte el resto de Cataluña, por los problemas que las demás provincias tenían, quedando completamente arruinada y destruida.

JuanII, tal y como había prometido en las Capitulaciones, jura respetar los privilegios; pero se negó a devolver a los ciudadanos los bienes confiscados, exigiendo muchos tributos para continuar la lucha en el resto del Principado y recuperar el Rosellón. Todas estas peticiones y disputas están plasmadas en algunos libros de actas de la Pahería de la época; digo algunos porque a partir de este momento, en las diferentes luchas y sitios
que ha sostenido la Ciudad, han desaparecido dichos libros, seguramente para evitar represalias.

A pesar de la destrucción de la Ciudad, logra rehacerse y continuar su vida bastante próspera hasta el reinado de los Reyes Católicos que marcarán una nueva etapa en la vida de Lérida.

Al subir al trono Fernando el Católico le devuelve los bienes y tierras que le habían sido confiscadas por su padre Juan II, volviendo bajo el señorío de la misma las villas de Borjas Blancas y Bell-lloch.

Este rey, emprende en Lérida las mismas reformas que en otras ciudades, de acuerdo con la gran evolución que experimenta nuestro país, al igual que otras naciones de Europa, en estos años; entre ellas, la reforma, en el año 1499, del sistema electivo de la Pahería, que databa de la época de Pedro IV, introduciendo en ella el sistema de la insaculación para la elección de sus componentes, la reforma asimismo de los gremios, etc.

Por todas estas cosas, así como por haber acabado con el bandolerismo existente, consecuencia de las guerras habidas, pudo entrar de lleno nuestra Ciudad en la época del Renacimiento, con el florecimiento de la imprenta, y la aparición en la arquitectura del estilo gótico-florido y plateresco, reflejados en los monumentos de la época.

Pero a pesar de todas estas reformas y del progreso en todos los ambientes, entre otras causas por la importancia que van adquiriendo los gremios (el poder reciente de los ciudadanos honrados), la marcha de la Ciudad va experimentando un cambio sutil. Ya los reyes no permanecen en ella como en los siglos XIII y XIV; la Universidad o Estudio General no es único en la Corona de Aragón; pues éstas han proliferado bastante; en fin, Lérida se ve afectada con el gran cambio que experimenta nuestra nación después de la unión de Castilla y Aragón, al abrirse nuevos horizontes y perder la hegemonía que el segundo tenía en el Mediterráneo, convirtiéndose en una ciudad más, de las muchas que tenía España, pero defendiendo celosamente fueros y privilegios, y dando a la Nación varones ilustres en diversas facetas.

Con los Austrias, hasta Felipe IV, seguirá una vida tranquila, salvo pequeñas rivalidades entre unas y otras familias por la supremacía en el mando y gobierno de la Ciudad.

Carlos I y Felipe II, entre otros, visitan varias veces la Ciudad, siendo recibidos con gran pompa y boato, como se refleja en el libro de Ceremonial existente en el Archivo de la Pahería.

Es la época del gran obispo Jaime Conchillos; de Miguel Despuig, que vuelve a dar, con sus reformas, un gran empuje al Estudio General; de Antonio Agustín, gran humanista de esta época.

Se produce en fin, un gran cambio en las Instituciones en la vida de la Ciudad.

Siguiendo con los acontecimientos importantes hay que señalar uno que sobresale, lo mismo aquí que en otros territorios de la Nación, por las consecuencias catastróficas que produjo en la vida del campo; fue éste la expulsión de los moriscos en 1610, durante el reinado de Felipe III, pues las tierras quedaron abandonadas y sin gente para cultivarlas, por ser ellos los que se dedicaban hacerla, ya que a causa de las numerosas guerras en
que se vio envuelta nuestra Nación estaba casi despoblada.

Con el reinado de Felipe IV, empieza la lucha que durará hasta la época de Felipe V, por la defensa de los privilegios, amenazados primero por las tendencias absolutistas del conde-duque de Olivares y más tarde por las de los Borbones, haciendo Lérida causa común con Barcelona en el llamado "Corpus de sang» el 7 de julio de 1640, proclamando rey a Luis XIII de Francia. Manda éste un ejército a Lérida para guardar la plaza, la fortifi-
ca, pero las fuerzas de Felipe IV, que habían acudido a sitiar la Ciudad, derrotan a las tropas francesas mandadas por Argenzón, rindiéndose la plaza. Esta rendición se llevó a cabo por varias razones, entre ellas por la gran presión ejercida en el interior por el partido real, unido esto a la poca simpatía que gozaban los franceses y a la solemne promesa de Felipe IV de respetar los fueros y privilegios, promesa que cumplió, entrando el rey en la Ciudad bajo palio, el 7 de agosto.

Pero los franceses no se conformaron con esta derrota sufrida en una ciudad importantísima por su situación geográfica, clave de muchos caminos, empezando de nuevo la lucha el 9 de enero de 1646, dando lugar al famoso sitio llamado de Santa Cecilia. La plaza estaba mandada por el general don Gregorio Brito y los atacantes por Felipe de Lorena, conde de Harcourt; siendo este sitio uno de los más largos y duros que ha tenido que soportar Lérida, pues el hambre y las privaciones llegarán a extremos
extraordinarios: los niños y enfermos morían por las calles, incluso el «paher en cap», don Juan Bautista Rufes, murió a consecuencia de las privaciones; pero sin que la ciudad se rindiera. El 22 de noviembre de 1646, festividad de Santa Cecilia, el ejército del rey, mandado por el marqués de Leganés llegó en socorro de Lérida.

La Pahería en recuerdo de este sitio hizo voto de celebrar todos los años solemnemente la fiesta, nombrándola co-patrona de la Ciudad, habiéndose cumplido siempre este voto salvo en alguna ocasión.

Las pérdidas sufridas por la Ciudad en todos estos sitios fueron extraordinarias, quedando materialmente destruida. De los 1.500 edificios que contaba, sólo quedaron en pie unos cien, desapareciendo también la parroquia de San Martín; y del barrio de la Azuda sólo quedaron siete casas (según datos sacados del Compendio de Historia de Lérida, de don José Lladonosa Pujol).

Carlos II el Hechizado, al morir sin sucesión el 29 de octubre de 1700, deja el trono a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia, con el nombre de Felipe V, quien fue al principio aceptado por los leridanos, pues incluso en su visita a Lérida, a finales de diciembre, es recibido con gran júbilo, haciéndose en su honor innumerables festejos, jurando mantener y respetar sus privilegios; pero pronto se ve que en la práctica es algo remiso a cumplirlo.

El resto de Cataluña se alzó a favor del archiduque Carlos de Austria, cuyos ejércitos hicieron acto de presencia en nuestros campos. La natural antipatía con que aquí se veía a los franceses y el aumento cada vez mayor de partidarios del archiduque, hicieron que la Ciudad se rindiese y que los paheres le jurasen fidelidad.

Las fuerzas de Felipe V, mandadas por el duque de Orleans, al frente de 50.000 hombres, iniciaron el sitio de la Ciudad. El asedio duró dos meses. El 9 de octubre penetran por la puerta del baluarte del Carmen pero no conquistaron los castillos hasta el doce de noviembre.

Saquearon la ciudad, la destrozaron y causaron infinidad de muertos entre la población civil, dejando a aquélla totalmente arrasada.

Felipe V prohibe el culto en la Seo antigua, convirtiéndola en cuartel; traslada la Universidad a Cervera y suprime los privilegios, acabando así con la vida autónoma de la Pahería que había durado cinco siglos.

El Consejo General fue sustituido por la Junta de Regidores o Ayuntamiento de Su Majestad, y la antigua Veguería se llamó Corregimiento de Lérida.

Unos años más tarde, la población que ya se había adaptado al nuevo sistema, al amparo de la paz de los reinados de Fernando VI y Carlos III, etc.

Contribuyó a este resurgimiento un hombre extraordinario que estuvo al frente del gobierno de la ciudad durante ocho años. Don Luis Blondel, que se hizo cargo de la plaza el 1 de abril de 1786.

Se le puede considerar, sin lugar a dudas, como el artífice de la Lérida moderna; a él se debe, entre otras varias obras, la construcción del Depósito del Pla, que dio el agua potable, tuberías, cloacas (entre ellas las de la calle Mayor), fuentes monumentales (la de la Catedral), sirenas, enseñanza, etc. Hizo empendrar las principales calles. Pero su obra más importante fue la construcción del muro de contención del río, que evitó las nundacio- nes que sufrían las casas colindantes a él y que ocasionaba grandes pérdidas en los almacenes.

La población aumenta, de 7.000 habitantes que tenía al advenimiento de Felipe V, a 20.000 al comienzo del siglo XIX; que después de la guerra de la Independencia volvería a reducirse a 12,000. Por todo lo dicho el siglo XVIII se puede considerar un siglo próspero, lo mismo en lo económico que en lo cultural y artístico.

Siguiendo el sino de nuestra Ciudad, esta época tan próspera se vería de nuevo truncada por la invasión Napoleónica, volviendo nuestra Lérida él verse inmersa en un nuevo conflicto bélico, que -como tantas otras veces- tendrá consecuencias catastróficas, pues a la destrucción material hay que añadir la espiritual, porque ni siquiera se salvaron las ideas fundamentales que parecían inamovibles: Religión, Patria y la Monarquía, hacien-
do su aparición el Liberalismo.

Lérida cae en poder de los franceses el 14 de mayo de 1810, abriéndose un período de tiempo terrible de muertes y asesinatos y humillaciones unido, como siempre, a la destrucción de la Ciudad y la desolación de los campos que quedaron arrasados.

El 14 de febrero de 1814, Lérida se ve libre de la dominación francesa.

La Ciudad de ahora en adelante correrá la misma suerte que el resto de la Nación, o sea constantes revoluciones y contra revoluciones que caracterizan al siglo XIX en nuestra Patria.

Guerras Carlistas; subida al trono de Amadeo de Saboya, su abdicación, proclamación de la primera República en el año 1873, la vuelta de los Borbones con Alfonso XII como Monarca el 6 de enero de 1875, la proclamación de la segunda República al dejar el trono Alfonso XIII hijo del Monarca anterior.

En 1936 Lérida vuelve a ser escenario de guerra civil, con todas las consecuencias de ella, teniendo que añadir esta vez la agravante de haberse estabilizado el frente durante un largo período, partiendo la Ciudad en dos partes, quedando de nuevo destruida. Es probable que no haya otra capital en España que haya sufrido tantos y tan catastróficos sitios que la han dejado sin apenas muestras artísticas de su importancia cultural ya que
incluso los pocos monumentos que nos han quedado llevan la huella de la destrucción.

Todo este período de intranquilidad política y social repercute de una manera extraordinaria en el desarrollo de la vida ciudadana que no podrá llevarse a cabo con el ritmo e intensidad que lo había hecho en otros períodos de paz hasta esta última década que de nuevo se incorpora al crecimiento nacional con toda su pujanza.

  
 
  

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